El agrillo impone su mandato y miles de centinelas con sus pétalos como picas, cual mar dorado, se despliegan en la inmensidad del tiempo. Febrero se asoma con su lámpara incandescente en el horizonte, aguijonea los cirros y desmenuza sus finas sedas invernales.
Sorprendido y agradecido cuando el silencio se rompe arrastrado por su aleteo imperceptible, viaja discreta entre blanquitas de la col, espía mis flaquezas y dicta mis anhelos.
Fuego y meteoros de sus alas entre membrillos, limoneros y naranjos, todos prestos para su magistral danza. Arlequín, ¡arlequín! trenzas acrobacias circenses mientras mi corazón enmudece ante tu magnánima presencia.
Me envuelve la emoción y son lágrimas las que se funden con tus dibujos de color. Pronto los segundos impondrán su voluntad y desplegarás tu delicada envoltura hacia alguna Aristolochia, un adiós inminente que paralizará mis sueños.
Nos volveremos a encontrar entre colinas pintorescas y huertas invernales, cuando el agrillo sea terciopelo y los cirros cabalguen en los cielos… Te esperaré.
La familia Papilionidae constituye lo que en un símil futbolístico sería la “Premier League” del mundo de las mariposas.
Engloba a los más hermosas y espectaculares de los lepidópteros diurnos; pensaríamos que el dedo de dios se olvidó de nosotros (ya que la gran mayoría de las especies de la familia son tropicales) pero no es así. Tres especies magníficas habitan en la península Ibérica: la reina (Papilio machaon), la chupaleche (Iphiclides podalirius), y el arlequín (Zerynthia rumina).
Ciertamente, las dos primeras por su mayor tamaño podrían golear a la tercera, pero si nos aproximamos a la jugada veremos como el arlequín es un auténtico delantero centro, pequeño pero matón. Y solo hay que mirarla fijamente para entenderlo; sus ocelos rojos, su delineada mezcla de negros sobre blancos, sus ropajes parecidos a los de un arlequín, de ahí su nombre vulgar, porque el científico es Zerynthia rumina.
No es tan frecuente como otras especies típicas mediterráneas como la blanquita de la col. De hecho, su distribución en la Región de Murcia está limitada al entorno de las sierras litorales y prelitorales de la comarca de Cartagena, macizos montañosos del interior y, sorprendentemente, un grupo reducido de ejemplares que abarca la huerta de Murcia.
Cuando el vinagrillo (Oxalis pes-caprae), inunda como una marea amarilla campos de regadío y cultivos de cítricos, aparece de su nicho de seda, rompe su capullo y se lanza a cautivarnos.
Normalmente, debido a las temperaturas benignas de los inviernos murcianos, febrero es su mes. Vuela artísticamente con profusa anarquía, liba y se alimenta, se aparea y desaparece.
Aristolochia, recuerden ese nombre, es el único género de plantas del que depende nuestra especie. Sus larvas la necesitan para subsistir, dependen de sus nutrientes y sustancias que, aun siendo venenosas para el común de los mortales, para nuestro arlequín son un elixir.
Efectivamente, el género Aristolochia es venenoso, y su veneno pasa a formar parte de esta curiosa y maravillosa mariposa. Como la naturaleza avisa y es sabia, sus ocelos rojo fuego son un signo de advertencia para no devorarla.
Son muchas las especies de mariposas que aun habitan cerca de nosotros, de las buenas prácticas en los cultivos de la Región de Murcia dependerá, entre otros motivos, su supervivencia. Todos debemos contribuir porque preservar la biodiversidad es garantizar nuestro futuro como especie.
Volveremos en el próximo artículo con otra mariposa muy frecuente en la Región, la mariposa tigre.
Texto de Domingo Sabater.